
I
En los frontis o en las salas de las tenidas de algunas de las logias masónicas aparecían estas cuatro palabras «saber, poder, atreverse o callar» que tal vez pudieran entenderse como los tres vértices de un triángulo equilátero -tan significativos en la iconografía de estas sociedades- de cuyos lados irradiarían inicialmente los tres trabajos estrictamente masónicos a finales del siglo XIX y en los primeros años del XX: la instrucción, la beneficencia y el anticlericalismo y cuando se habla de anticlericalismo hay que entenderlo estrictamente como tal, pues los masones eran, y son, profundamente deístas sin tener que adscribirse necesariamente a ninguna de las confesiones cristianas existentes. No hay que olvidar que el triángulo masónico era el primer paso seguido por los hermanos masones antes de constituirse en logia.
Quienes hemos dado a luz la asociación Cultural “Le Rumeur”, cuya primera criatura “D. Tomás Alvear, juglar” ya está en librerías y quioscos en forma de libro de cuentos ilustrado con poemas visuales. Quizás no podamos considerarnos en los primeros pasos de esta ilusionante aventura cultural, más que utilizadores del “atreverse” de esta suerte de mantra, ni siquiera herederos de aquellos lejanos peñarriblenses nativos o de adopción que hace más de cien años crearan la logia “Crisantema” y eligieran como Venerable Maestro al contratista francés Marcelino Aureillán Fournes, cuyo nombre simbólico era el de “Arquímedes” y ostentaba el Grado 9, de una escala que va desde el 1 al 33, según aparece en la Carta de Constitución otorgada por el Gran Oriente Español. Su actividad nos es casi desconocida, no solamente por la distancia temporal o la falta de documentación, sino por la larga travesía del desierto que sufrió la masonería, que junto con el judaísmo y al comunismo conformaron los tres diablos familiares del dictador Francisco Franco, y aquí de nuevo aparece la figura del triángulo aunque en este caso como representación de la ya mencionada trinidad esencial del mal durante el franquismo, que ya en diciembre de 1939 había creado el Servicio de Información Especial Antimasónico y tres meses después promulgó la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo, pues para el Generalísimo los masones fueron pocos menos que los responsables de la Guerra de la Independencia, de la pérdida del imperio ultramarino, de las guerras carlistas, de la caída de la monarquía alfonsina y de la mayoría de los calificados como crímenes de estado acaecidos durante el periodo republicano, vamos, de la decadencia de España poco menos que desde la derrota de Rocroi en el siglo XVII..
Franco recibió informes y copias de documentos referentes a las actividades masónicas, por lo que no es de extrañar que la policía gubernativa peñarriblense llegase a investigar y cumplimentar unos dos centenares de expedientes a masones locales y del resto del Valle del Guadiato que, en algunos casos dieron con sus huesos en la cárcel o fueron vigilados estrechamente como ciudadanos asociales y hasta moralmente peligrosos. Cuando desapareció la Policía Nacional de Peñarroya-Pueblonuevo, el archivo fue trasladado y con él una parte de la memoria histórica peñarriblense.
Por J.L. Mohedano
En los frontis o en las salas de las tenidas de algunas de las logias masónicas aparecían estas cuatro palabras «saber, poder, atreverse o callar» que tal vez pudieran entenderse como los tres vértices de un triángulo equilátero -tan significativos en la iconografía de estas sociedades- de cuyos lados irradiarían inicialmente los tres trabajos estrictamente masónicos a finales del siglo XIX y en los primeros años del XX: la instrucción, la beneficencia y el anticlericalismo y cuando se habla de anticlericalismo hay que entenderlo estrictamente como tal, pues los masones eran, y son, profundamente deístas sin tener que adscribirse necesariamente a ninguna de las confesiones cristianas existentes. No hay que olvidar que el triángulo masónico era el primer paso seguido por los hermanos masones antes de constituirse en logia.
Quienes hemos dado a luz la asociación Cultural “Le Rumeur”, cuya primera criatura “D. Tomás Alvear, juglar” ya está en librerías y quioscos en forma de libro de cuentos ilustrado con poemas visuales. Quizás no podamos considerarnos en los primeros pasos de esta ilusionante aventura cultural, más que utilizadores del “atreverse” de esta suerte de mantra, ni siquiera herederos de aquellos lejanos peñarriblenses nativos o de adopción que hace más de cien años crearan la logia “Crisantema” y eligieran como Venerable Maestro al contratista francés Marcelino Aureillán Fournes, cuyo nombre simbólico era el de “Arquímedes” y ostentaba el Grado 9, de una escala que va desde el 1 al 33, según aparece en la Carta de Constitución otorgada por el Gran Oriente Español. Su actividad nos es casi desconocida, no solamente por la distancia temporal o la falta de documentación, sino por la larga travesía del desierto que sufrió la masonería, que junto con el judaísmo y al comunismo conformaron los tres diablos familiares del dictador Francisco Franco, y aquí de nuevo aparece la figura del triángulo aunque en este caso como representación de la ya mencionada trinidad esencial del mal durante el franquismo, que ya en diciembre de 1939 había creado el Servicio de Información Especial Antimasónico y tres meses después promulgó la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo, pues para el Generalísimo los masones fueron pocos menos que los responsables de la Guerra de la Independencia, de la pérdida del imperio ultramarino, de las guerras carlistas, de la caída de la monarquía alfonsina y de la mayoría de los calificados como crímenes de estado acaecidos durante el periodo republicano, vamos, de la decadencia de España poco menos que desde la derrota de Rocroi en el siglo XVII..
Franco recibió informes y copias de documentos referentes a las actividades masónicas, por lo que no es de extrañar que la policía gubernativa peñarriblense llegase a investigar y cumplimentar unos dos centenares de expedientes a masones locales y del resto del Valle del Guadiato que, en algunos casos dieron con sus huesos en la cárcel o fueron vigilados estrechamente como ciudadanos asociales y hasta moralmente peligrosos. Cuando desapareció la Policía Nacional de Peñarroya-Pueblonuevo, el archivo fue trasladado y con él una parte de la memoria histórica peñarriblense.
Por J.L. Mohedano