
La rehabilitación cinematográfica de Richard Nixon
Por Santiago Navajas
Por Santiago Navajas
En los Oscar de este año se enfrentarán por el galardón a la mejor película Milk (Gus Van Sant), ya estrenada; El curioso caso de Benjamin Button (David Fincher) y Frost/Nixon (Ron Howard), que se estrenan este fin de semana, y The Reader (Stephen Daldry) y Slumdog Millionaire (Danny Boyle), que llegarán próximamente.
Es Slumdog la que tiene todas las papeletas para llevarse todos los premios. Y es que, en tiempos de crisis, una ración de optimismo antropológico en forma de película se recibe como agua de mayo en mitad del Sáhara. Aunque ese agua sea cinematográficamente radiactiva.
Milk y Frost/Nixon son las que más me han interesado. Se basan, la una, en la historia del activista gay Harvey Milk (al que, en un lapsus, Carmen Machi rebautizó como Harvey Keitel en la ceremonia de los Goya) y, la otra, en la de Richard Nixon, el único presidente norteamericano que ha dimitido de su cargo, tras un escándalo de espionaje. El muy talentoso Gus Van Sant ha hecho una estupenda hagiografía de uno de los primeros políticos que comprendió lo bueno que es pertenecer a una minoría en un sistema de masas. El muy mediocre Ron Howard ha reivindicado, quizás inconscientemente, la figura tenebrosa de Richard Nixon, un hombre que cumplía a la perfección el axioma maquiavélico de que la primera y fundamental condición para alcanzar el poder consiste en estar enamorado de él....
Milk y Frost/Nixon son las que más me han interesado. Se basan, la una, en la historia del activista gay Harvey Milk (al que, en un lapsus, Carmen Machi rebautizó como Harvey Keitel en la ceremonia de los Goya) y, la otra, en la de Richard Nixon, el único presidente norteamericano que ha dimitido de su cargo, tras un escándalo de espionaje. El muy talentoso Gus Van Sant ha hecho una estupenda hagiografía de uno de los primeros políticos que comprendió lo bueno que es pertenecer a una minoría en un sistema de masas. El muy mediocre Ron Howard ha reivindicado, quizás inconscientemente, la figura tenebrosa de Richard Nixon, un hombre que cumplía a la perfección el axioma maquiavélico de que la primera y fundamental condición para alcanzar el poder consiste en estar enamorado de él....
Leer artículo completo en Libertad Digital