martes, 14 de abril de 2009

LOS ABRAZOS ROTOS


Pedro contra Almodóvar
Por Santiago Navajas

Borges, con la agudeza que le caracterizaba, retrataba así al artista envejecido James Joyce: "Es indiscutible que (...) es uno de los primeros escritores de nuestro tiempo. Verbalmente, es quizá el primero. En el Ulises hay sentencias, hay párrafos, que no son inferiores a los más ilustres de Shakespeare o de Sir Thomas Browne". Salvando las distancias, algo así me pasa con las películas de Almodóvar. Incluso en las que me parecen más flojas me sorprenden secuencias, planos o diálogos que me compensan el pago de la entrada.
Pedro Almodóvar tiene, sin duda, un buen ojo. Implacable con la belleza femenina (Kira Miró, Penélope Cruz), infalible con la riqueza cromática. Ahora, además, presume de tener buen oído ("Oyendo una toma puedo saber si es buena o no. En realidad, dirijo mucho de oído"). Pues para su última película, Los abrazos rotos, no se ha abierto bien de orejas.Decir Pedro Almodóvar es decir amor fou. Por la parte de Pedro, el componente golfo, esperpéntico y cutre: como cuando se ponía pendientes de folclórica y cantaba con Fabio McNamara "Voy a ser mamá". Por la parte de Almodóvar, elegancia, decadentismo y romanticismo. Es difícil que ambas facetas ofrezcan su mejor versión. Y todavía más que combinen adecuadamente. Es Los abrazos rotos una película finalmente fallida en su enorme ambición pero estimable, excesivamente guadianesca y descentrada, pero con ramalazos de cine de primera categoría. Intensa pero superficial, pasional aunque fría. Veámoslo.