domingo, 27 de diciembre de 2009

Critica Cine: La ventana

“La ventana”: Apurando la vida, mientras llega la muerte

En “La ventana” no hay artificio ni pretenciosidad: es la vida y la criatura vistos con humanidad y sin añadidos sonoros que remarquen o conduzcan las emociones. Aconsejable para los amantes del cine humanista.

Fiel a su Patagonia querida y a sus historias mínimas, el argentino Carlos Sorin ganó el premio de la crítica con “La ventana” en la Seminci de 2008. Llega ahora a nuestra cartelera con un retraso inexplicable porque, aun tratándose de cine minoritario, estamos ante una película con un impecable dominio del tiempo y de las emociones, que mira a la muerte —desde una ventana— con la serenidad y sensibilidad que sólo los grandes maestros saben impregnar a cada plano y a cada interpretación. Sutil, poética, delicada y hermosa es la historia del último día de la vida de Don Antonio, un anciano que se recupera de un infarto en su casa de campo y que espera la llegada de su hijo desde Europa. Pocas cosas pasan en ese breve periodo porque su inmovilidad sólo le permite una “escapada” por los alrededores… pero qué disfrute para Don Antonio y para el espectador, que pueden oler el aroma natural de un campo florido y sentir la vida sencilla y llena de paz en esas horas de espera vividas con una intensidad inusitada.


Como en “Bombón. El perro” o “Historias mínimas”, Sorin hace gala de un estilo austero y preciso, con formas despojadas de todo artificio que dificulte llegar al alma de los personajes. Le interesa recoger los momentos íntimos de gentes sencillas, capturar el paso del tiempo y la percepción de una realidad cotidiana —¡qué distinto es el tiempo interior y “denso” de Antonio y del resto!—, encontrar el poso de verdad de unas vidas llenas de matices, y conmover con sus reacciones al espectador que, sin prisa ni exigencias de acción, está en la butaca… descubriendo y admirando a unos individuos de carne y hueso, entrañables y conmovedores. Una historia minimalista que lleva consigo una asombrosa pureza en el lenguaje y un diseño de producción atento a mil pequeños detalles (el piano y su afinamiento, el móvil, la abeja…), aparentemente sin trascendencia pero que van configurando un ambiente y una personalidad concreta, una actitud ante la vida y la muerte llena de riqueza y autenticidad.