lunes, 25 de enero de 2010

Críticas Cine: El erizo



“El erizo”: Caparazones ásperos para corazones sensibles

Julio Rodríguez Chico

Fábula de iniciación que crece por la diversidad cultural y social que ofrece. “El erizo” disfruta de frescura en la puesta en escena, sensibilidad que no cae en lo sensiblero y buenas interpretaciones de sus actores.

Fue, sin duda, la mayor sorpresa en la pasada Seminci y la mejor película que estuvo en la Sección Oficial, donde se llevó el premio del público y de la juventud, y mereció alguno más. “El erizo” es la ópera prima de la francesa Mona Achache, un cuento moral con tres seres arrinconados en su soledad, necesitados de cariño y compañía, que se encuentran en las escaleras de su edificio para tener una experiencia dulce y trágica a la vez, como sucede con el paso a la madurez de su pequeña protagonista Paloma. Una película cercana a los cuentos de hadas, construida con personajes dotados de un magnetismo mágico y a la vez realista, libremente inspirada en la exitosa novela de Muriel Barbery, “La elegancia del erizo”.

Los once años de la inteligente niña no le impiden estar ya de vuelta de todo, asqueada de una sociedad individualista y de una familia que se mueve entre el trabajo absorbente y la neurosis obsesiva. De manera distinta vive su confinamiento la portera del edificio, la señora Michel, una mujer de condición humilde pero rica sensibilidad y cultura, refugiada en su biblioteca y en su carácter arisco y taciturno, entre la indiferencia del vecindario y su baja autoestima. Son dos mujeres distantes en edad, pero que tienen en común un gran corazón que aún no ha sido descubierto ni despertado en su corta o larga vida, hasta que descubren que el azar puede cambiar el signo de los tiempos y tornar la infelicidad en dicha… esas son las nuevas experiencias que llegan con el nuevo inquilino, el culto, enigmático y afable Kakuro Ozu, un japonés refinado que las mira como personas, y eso es suficiente.

Comienza la historia resultando un tanto pesada con la chiquilla pedante e insoportable haciendo de personita adulta y grabándolo todo. El espectador puede pensar entonces que está ante otra crítica salvaje y poco sutil de cierta burguesía superficial y adinerada, sin sentimientos ni tiempo para la contemplación, perdida en su autocomplacencia y temor. Pero, aún existiendo todo eso, la cinta se va cargando de humanidad y poesía conforme van cogiendo fuerza las relaciones entre los vecinos, gracias al matizado personaje de la señora Michel y a la convincente y magnífica interpretación de Josiane Balasko. Entonces, hasta la niña sabionda y cargante cobra humanidad y el espectador se compadece y enternece con ella, a la par que siente como verdadera la amistad que nace entre esas dos criaturas de especial sensibilidad. Sin embargo, estamos ante una cinta sobre la pérdida de la inocencia, que se quiere acercar a la realidad desde una cámara de vídeo y no desde los sueños de Hollywood… y eso supone un punto de dramatismo y tragedia, que convive de todos modos con otros momentos entrañables y conmovedores, y más de un deje de ironía, comicidad y crítica social.

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