SIETE LEGUAS: Ni ancho ni lejano
Fernando Sánchez Dragó
Ciro Alegría, un escritor peruano del que nadie, hoy, se acuerda, pero que era una celebridad en mis años mozos, escribió una novela, también conocidísima, que se llamaba El mundo es ancho y ajeno. Y en verdad era así, la Tierra, entonces, pero ese título ha prescrito, al menos en lo que me concierne.
No sólo a mí. A nadie puede parecer ya ancho un mundo que los aviones y los ferrocarriles de alta velocidad permiten recorrer de punta a punta en unas cuantas horas. Mucho más se tardaba, cuando yo era adolescente, en ir de Barcelona a La Coruña en el tren Shanghai. ¿Por qué lo llamarían así? La metáfora da que pensar. Por aquellos mismos años, en una copla celebérrima, y a cuento de la posibilidad de coger un avión en el aeropuerto de Madrid a las ocho de la mañana y llegar a esa misma hora (local) al de Manhattan, se preguntaba con sorna ibérica la Piquer: ¿Y qué hago tan temprano en Nueva York?
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