lunes, 16 de marzo de 2009


El luchador
Por Beatriz Martínez
Tocar fondo

Termínalo». Es la palabra que resonaba en la cabeza del personaje que interpreta Hugh Jackman en The Fountain una y otra vez hasta convertirse en una obsesión. Era el último deseo de su mujer (Rachel Weisz), que él diera una forma final al libro en el que estaba trabajando antes de morir. Y es que toda historia tiene un final, o no. Quizás en las películas de Darren Aronofsky sus personajes se pasen todo el tiempo buscando ese final, sintiéndose abocados a él; normalmente como forma de autodestrucción, como medio de sublimación del dolor que sienten, del vacío en el que se encuentran instaladas sus vidas. Todos necesitan llegar a ese límite, a ese estadio en el que ya no importa nada porque lo has perdido todo. Es un punto de no retorno, pero de algún modo también constituye una especie de salvación para ellos.
Cada uno se labra su propio infierno. Unos pueden obsesionarse con las matemáticas, otros ser adictos a las drogas, los hay atormentados por el recuerdo, porque han sufrido la pérdida de un ser amado o porque se lamentan al advertir que no tienen nada a lo que aferrarse en este mundo. A veces no se necesita ser un perdedor para sentir que tu vida no tiene sentido. Quizás el cine de Darren Aronofsky empezó realmente a interesarme cuando me di cuenta de esto. Y me di cuenta precisamente cuando esa esencia oculta comenzó a desvelarse a través de la emoción contenida que propulsaba el fundamento dramático de La fuente de la vida. Todo el aparataje formalista que había sustentado sus dos primeros films terminaba por difuminarse, encontrando una soberbia concretización en la breve pero intensa línea definitoria que constituía el leit motiv emocional que para mí daba sentido a todo el film. Todo lo demás daba igual, llegaba incluso a abstraerme de ello y no me importaban los saltos en el tiempo, los delirios visuales o su carácter mítico y existencial. Prefería quedarme con esa palabra, termínalo, ese amor más allá de la vida y de la muerte y esa idea de historia que nunca se acaba.

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