lunes, 4 de mayo de 2009

Criticas Cine: Déjame entrar


Una película bella y siniestra
Por Santiago Navajas

¿Por qué sentimos una atracción irresistible por los vampiros y las sirenas? Bichos terribles ambos, pero hacia los que nos empuja una atracción atávica por lo morboso y lo (in)mortal. Freud aludía a una pulsión que aúna el peligro y la belleza. O, dicho de otro modo, los vampiros y las sirenas combinan perfectamente Eros y Thanatos, el deseo erótico y el deseo de muerte, la culminación sexual y el cansancio vital.
Los vampiros, a pesar de no estar vivos ni muertos, gozan de una extraordinaria salud... cinematográfica. A la tercera parte de "Underworld": La rebelión de los licántropos –en la que destaca una vez más el estirado y aristocrático Príncipe de los No Muertos, interpretado, como una mezcla de Boris Karloff y Vincent Price, por Bill Nighy– se suma el fenómeno literario, ahora traspasado a la pantalla, de la serie Crepúsculo, no apta para mayores de diecisiete años, así como varias series de televisión, de la americana True Blood a la británica Being Human.Sin embargo, la propuesta más turbadora, excitante y atractiva proviene de Suecia. Déjame entrar (Let The Right One In) es la adaptación que ha realizado Tomas Alfredson de la novela de John Ajvide Lindqvist del mismo título. Oskar (Kåre Hedebrant) es un delicado chaval de 12 años al que los matones de su colegio llaman el Cerdo: sangra cuando le pegan, sufre incontinencia urinaria y habla demasiado (inteligentemente). Eli (Lina Leandersson) es su nueva vecina, una chica de su edad (aunque lleva mucho tiempo teniendo la misma edad), si acaso mucho más pálida, más introvertida, inmune al intenso frío nórdico y que desprende un extraño aroma. Eli le avisa en el primer encuentro de que nunca podrá ser su amiga. Pero como si le hubieran encargado a Antonioni una versión existencialista de Romeo y Julieta, Oskar y Eli se dirigirán a un destino común de ruido y furia, envueltos en el aire de un crimen, como unos Bonnie y Clyde preadolescentes.