
Miguel Serrano Larraz
Órbita
Candaya, Barcelona, 2009
Llamativo debut, éste de Miguel Serrano Larraz (Zaragoza, 1977), que ha compuesto un libro de relatos original, personalísimo (con algunos guiños a Roberto Bolaño y a Manuel Vilas, que prologa el volumen), y con momentos puntuales de notable altura.Todos los libros de cuentos de la historia de la literatura tienen un problema estructural, casi siempre irresuelto, y es el de mezclar piezas de distinta temperatura y tono y calidad. Nunca he leído un libro de cuentos, ni siquiera de los clásicos, donde haya una calidad constante; si bien es cierto que tampoco en una novela o en un poemario es posible la homogeneidad total. Si Poe decía en su Método de composición que un poema largo es el resultado de la convivencia de varios trozos de poesía con otros de prosa versificada, una novela puede ser el fruto de la mezcla entre alta narrativa y crónica de sucesos inventados; y un libro de relatos podría ser hijo de la alternancia de cuentos con dramatizaciones narrativas (piezas que interpretan el papel de un cuento, sin serlo del todo). También Órbita, como todos los demás, es irregular, y también hay piezas flojas en comparación al resto, como “Perspectivas”. Otros relatos del volumen carecen de equilibrio entre sus partes internas, y quizá pudieran haberse acortado o sintetizado para mantener los momentos de tensión, como “Y del amor sólo queda el veneno”, o “Zaragoza, a 8 de noviembre de 2002”, que tienen partes muy buenas (en el primero hay algunas páginas desopilantes), diluidas a ratos por ciertos estiramientos argumentales. La tendencia, en este sentido, de Serrano Larraz al cuento largo y a la presencia de numerosos personajes nos hace pensar (y disculpen esta aproximación prospectiva, sin más argumentos de soporte que la intuición) que, en un futuro breve, Serrano Larraz quizá divida en dos líneas su narrativa, situando esa propensión suya a la complejidad (algo normal en una persona con estudios de Física y con habilidad para la descripción de relaciones internas en grupos de personajes) dentro de la novela, y manteniendo la otra línea dentro de la escritura de cuentos. No obstante, incluso en los relatos más novelescos siempre hay detalles, giros inesperados, hallazgos, que nos hacen terminar con agrado (y puntual asombro en piezas como “Órbita” o “Últimas señales”) el relato, y nos deja con ganas de afrontar el siguiente.
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