
Cambiando de piel
Sin duda, los relatos de auge y caída de los poderosos, ya desde los trágicos griegos, son consumidos placenteramente en Occidente. El gigante con pies de barro: esa es una alegoría muy propia de nuestra moral judeo-cristiana. Pensemos sino, por ejemplo, en Goliat vencido por el futuro rey David. Nuestra sociedad y nuestra cultura son, en el fondo, pese a su elocuente mitomanía, profundamente desmitificadoras. Mozart, Scott Fitzgerald, Garrincha. Y Hollywood, el gran mito del siglo XX, la nueva Babilonia, no podía ser menos. La industria del cine ha creado más mitos de la noche a la mañana para luego verlos caer que unos cuantos siglos de la historia de la literatura juntos. «En América nada fracasa tanto como el éxito», reflexiona el escritor y guionista Budd Schulberg (en boca de Manley Halliday, trasunto del propio Fitzgerald) en su novela Los desengañados [1] (The Disenchanted, 1950).
Francis Ford Coppola es uno de ellos. Como Stroheim o Welles antes que él, su imagen pública ha sido la de un artista visionario, controlador y megalómano, un genio celoso de su arte. «Nadie tiene ningún poder en esta compañía. La autoridad solo pertenece a una persona: a mí. American Zoetrope se definirá simple y puramente por estas palabras: yo y mi trabajo», aclaraba al respecto el famoso memorando presentado por el cineasta a sus colaboradores en el rodaje de Apocalypse Now (1979). Un ambicioso homo cinematographicus, siempre dispuesto a probar cosas nuevas (de ahí lo variado de su carrera), que, junto a los éxitos más arrolladores —El padrino (The Godfather, 1972) y El padrino II (The Godfather Part II, 1974), entre otras—, ha sufrido también los mayores descalabros —Corazonada (One From the Heart, 1982), un desastre de dimensiones casi épicas— tanto de crítica como comerciales
Francis Ford Coppola es uno de ellos. Como Stroheim o Welles antes que él, su imagen pública ha sido la de un artista visionario, controlador y megalómano, un genio celoso de su arte. «Nadie tiene ningún poder en esta compañía. La autoridad solo pertenece a una persona: a mí. American Zoetrope se definirá simple y puramente por estas palabras: yo y mi trabajo», aclaraba al respecto el famoso memorando presentado por el cineasta a sus colaboradores en el rodaje de Apocalypse Now (1979). Un ambicioso homo cinematographicus, siempre dispuesto a probar cosas nuevas (de ahí lo variado de su carrera), que, junto a los éxitos más arrolladores —El padrino (The Godfather, 1972) y El padrino II (The Godfather Part II, 1974), entre otras—, ha sufrido también los mayores descalabros —Corazonada (One From the Heart, 1982), un desastre de dimensiones casi épicas— tanto de crítica como comerciales

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