domingo, 18 de octubre de 2009

1909, Feria en Peñarroya. Por J.L. Mohedano


Cuando el sol salió aquel domingo del 3 de octubre, las polvorientas calles de la Villa de Peñarroya se vieron recorridas por la alegre diana que interpretaban los músicos de la Banda Municipal del vecino Pueblonuevo del Terrible -creada en este año de 1909 y dirigida por el Músico Mayor D. José Mayaz Rebolé- contratada por la Comisión de Festejos del Ayuntamiento, con un séquito de chiquillería y curiosos que fue aumentando a medida que se completaba el recorrido por calles y plazas en un circuito que nacía y moría en las Casas Consistoriales que estaban ubicadas en la Plaza del Mercado.
Una vez acabada, los endomingados peñarroyenses se dirigieron a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario para asistir a la solemne función religiosa y a la posterior procesión de la imagen de la Virgen del Rosario, Patrona de la Villa. Era esta una imagen vestida y de un tamaño similar adquirida en los últimos años del siglo XIX, que sustituía en estos actos a la primera existente desde los tiempos de la ermita de la cortijada y que en la actualidad continúa procesionando. El pequeño paso era llevado por los jóvenes de ambos sexos que en los días previos se habían ganado el derecho a hacerlo al ser los vencedores de la tradicional, y siempre competida, subasta que se hacía en la misma parroquia pues algunos de aquellos vecinos, y antepasados nuestros, consideraban un honor el llevar sobre sus hombros las andas con la Patrona, tras la que caminaban las autoridades civiles y religiosas.
Regía la Parroquia desde hacía dieciocho años D. Francisco Fernández Pedrajas, natural de la cercana población de Alcaracejos, que a comienzos del siglo XX había expresado públicamente en la prensa cordobesa su postura de apoyo a las razones que esgrimieran los obreros de la todopoderosa multinacional francesa que explotaba las riquezas de la cuenca, la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya, durante la huelga de 1901, lo que le valió la reconvención del Obispo cordobés por considerarlo como un incentivo para los huelguistas. Bastantes años después su informe sobre la feligresía peñarroyense buscaría en «el indiferentismo» la explicación para la baja participación en los distintos sacramentos de sus parroquianos y en la amoralidad pues en él afirmaba que «las doncellas están dominadas por los vicios de los bailes y el lujo, que conducen a la desmoralización. En los hombres predomina el vino y el juego. Y los jóvenes han caído en la prostitución. Como ninguno de ellos va por la iglesia, no se les puede aconsejar»[1]
Así comenzaba el primero de los tres días feriados -que en los albores del siglo pasado se celebraban siempre en el primer domingo de octubre- en honor de la Virgen del Rosario en esta Villa de Peñarroya que superaba en poco los cuatro mil habitantes que, mayoritariamente trabajaban para la Sociedad Francesa, en sus minas, fábricas y talleres situadas en la Villa de Pueblonuevo del Terrible, pues en su término municipal sólo existían las explotaciones mineras de la “La Mosca” arrendada por los franceses a una empresa madrileña, que era la propietaria de la mina “La Calera”, además de otras abandonadas en las cercanías del arroyo de La Hontanilla. El resto trabajaba en la agricultura y en la ganadería, y los menos eran industriales dedicados al comercio.
Desde el Ayuntamiento, se había recabado la colaboración del comercio local al entender que «esta clase de fiestas activa sus ventas y por consiguiente sus negocios» que respondió con «generoso desprendimiento» y contribuyendo «con esplendidez a sufragar los gastos que los festejos han ocasionado, nutriendo con importantes donativos la suscripción voluntaria que al objeto se había abierto»[2]
Esta suscripción complementó el escaso presupuesto municipal para la ocasión y permitió que durante la Feria luciera una extraordinaria y artística iluminación eléctrica en la plaza del Mercado, las calles Feria, de los Ricos, Maestra y en la plaza de Argüelles, suministrada a través de una instalación provisional desde la Fábrica de la Luz existente junto al paso de madera que superaba el Riíllo y que conducía a El Terrible. También ayudó a que se pudiera repartir una abundante limosna de pan a los pobres de la localidad y además, para pagar a los músicos encargados de amenizar los diarios bailes públicos y las veladas musicales que se celebraron siempre entre las nueve y las doce de la noche, en las plazas pública, en la del Mercado y en la de Argüelles respectivamente. Por su parte instituciones recreativas y culturales privadas como el Casino ó Círculo de Peñarroya, se encargaron de la organización en sus locales de los bailes diarios reservados para sus asociados.
Siguiendo la costumbre, “la gran función de fuegos artificiales” se llevó a cabo en la noche del día cuatro en el denominado llano de “Las Cañadas” y, aunque en 1908 se celebró la primera feria de ganados, siendo alcalde D. Emilio Miguel Palacios en los alrededores de la que era conocida como “Huerta Francesa”, según lo recoge D. José Manuel González Porras, no hay constancia documental de que tal evento se repitiera en esta ocasión y tampoco la menciona en su escrito el corresponsal del “Diario Córdoba” que en cambio se hace eco de la gran concurrencia, de haberse abusado grandemente del consumo de alcohol por parte de los asistentes, a pesar de lo cual el respetado Juez Municipal, D. Rafael Mohedano Pérez, no tuvo que intervenir ya que ningún incidente desagradable empañó la alegría vivida por aquellos peñarroyenses, cuya seguridad descansó en las parejas de la guardia civil del vecino puesto de Pueblonuevo del Terrible destacadas para la ocasión, además de en los servicios de la propia guardia municipal local.
Habría que añadir un elemento más que contribuyó a la alegría con la que se vivió esta Feria: el resonante triunfo de las fuerzas del reforzado ejército colonial español que hacía la guerra a los rifeños en Marruecos: el pasado día 29 de septiembre, al anochecer, había llegado al Ayuntamiento un telegrama del Gobernador Civil de Córdoba en el que se daba cuenta de la conquista del monte Gurugú -que se había convertido para los rifeños en una especie de símbolo de su poderío tras la derrota inicial de los españoles- que coronaba los éxitos militares del Ejército en campaña y aseguraba un pronto final a la guerra y al día siguiente, por la tarde una manifestación patriótica recorría las calles de la villa dando vivas a la Bandera, al Ejército y a España entre balcones y ventanas engalanadas, mientras las dos campanas de la iglesia repicaban a gloria.
Aquel mismo día de la victoria, la Junta de Señoras de Peñarroya, por mediación de su presidenta doña Ángela Manzanares, esposa del conocido médico y dirigente del partido conservador don Fermín Horrillo Infante, comunicaba al Gobernador Militar de Melilla que, independientemente de los fondos recolectados para auxiliar a las familias de los muertos y heridos en campaña en la suscripción patriótica nacional que presidía la Reina Victoria, por celebrarse el siguiente día 3 de octubre la feria en Peñarroya querían que los diez vecinos que “se encontraban cumpliendo sus obligaciones como militares y españoles, recordaran esta fecha con los nombres de los seres queridos que aquí han dejado, para que les sea más grato tal día, dentro de las fatigas naturales que proporciona la campaña» libraban un cheque consignado a nombre del Gobernador Militar para que lo entregara a cada uno de aquellos soldados, cuyos nombres eran:
- Del Batallón Cazadores de Ciudad Rodrigo: Santiago Medina Pineda y
- Del Batallón Cazadores de Segorbe: Ángel Amor Consuegra, Toribio Barrera Mateos, Casto Calderón Raya, Luciano Pérez Ruiz, Rafael Izquierdo Cabanillas, Pedro Fernández Calderón, Juan Balsera Sánchez, Feliciano Santos Horrillo y Aniceto Caballero Partido[3].
Para ello estas damas enviaban de su peculio particular diez pesetas para cada uno de ellos -cantidad que podía representar el salario de dos días y medio o tres de un minero de los que trabajaban en el interior de las minas por entonces- lo que permitiría allende del mar a aquellos peñarriblenses el disfrutar de alguna manera de la fiesta que se vivía en su lejana patria chica.

[1] NIETO CUMPLIDO, Manuel. “Peñarroya: historias de mi pueblo” Mecanografiado inédito. Peñarroya-Pueblonuevo 1962
[2] DIARIO DE CÓRDOBA, Corresponsal en Peñarroya 9-X-1909
[3] DIARIO CÓRDOBA, corresponsal 2-X-1909