viernes, 30 de octubre de 2009

Criticas Cine: Katyn



Una película muy narrativa y esencial, a la que antes le interesan los hechos ocurridos y las reacciones de los protagonistas que las ideas. Ausencia de sentimentalismo y emociones fuertes componen la notable cinta de Andrzej Wajda.
Sabe de lo que habla porque lo sufrió en sus propias carnes, y sabe cómo contarlo porque lleva más de cincuenta años construyendo la historia fílmica de Polonia y nadie discute su oficio. Se estrena ahora la última película del veterano Andrzej Wajda, donde se respira un especial cariño —dedicada a sus padres, además de incluir muchos elementos autobiográficos— y también el alivio de poder contar, por fin, lo que realmente sucedió en los bosques de Katyn tras la invasión soviética de su país en septiembre de 1939. Una historia que busca la verdad de los hechos de mano de su protagonista, el capitán Andrzej, testigo y mártir de un pueblo zarandeado por los ejércitos vecinos de uno u otro signo, y que encontró en la cultura y la religión el factor de unidad para sobrellevar con dignidad y heroísmo tanto atropello. “Katyn”, una cinta que estuvo nominada al Oscar® como Mejor Película de Habla No Inglesa, es toda una clase de historia y una declaración de valores humanos, y nunca un rencoroso ajuste de cuentas frente a la “versión oficial”.

El cine de Wajda ha bebido de la tradición cultural polaca, y su empeño siempre ha sido el de capturar la verdad histórica de su patria acercándose con personajes del pueblo, con ideales por los que luchar y amores que les daban fuerza en el infortunio, con anhelos de libertad y de reconocimiento, pero también con debilidades y momentos de desesperación. Son héroes románticos —en el sentido cultural— capaces de dar la vida por su país, con un sentido de lealtad a prueba de bombas y una fe sólida presente en el gozo y en el dolor. Toda su filmografía está jalonada de grandes épicas personales y momentos de tremenda desesperanza, de contemporizadores y traidores, y también de gentes con arrojo y generosidad, humanidad y ternura. Guerra y amor que vertebran su cine para elevarse más allá de la coyuntura concreta que se narra —casi siempre la Polonia de posguerra— y profundizar en el interior del hombre de cualquier tiempo y lugar.