viernes, 30 de octubre de 2009

El miedo a la libertad

El miedo a la libertad
Escrito por: Germanico

El miedo es necesario, como el dolor. Un Juan sin miedo fuera del cuento es un Juan sin miedo muerto. Muchos creen, ingenuamente, que su existencia sería más agradable y mejor si estos mecanismos, evolucionados para salvar nuestras vidas de los daños y peligros de un ambiente hostil, no existieran. Esto se debe no sólo a que nos hacen sentir terriblemente mal, sino también a que a veces parecen del todo inútiles. ¿Por qué debe uno sufrir dolor crónico, una vez localizado el daño en el interior del cuerpo? ¿Por qué temer tanto la opinión desfavorable de un jefe si no tiene poder de vida y muerte sobre nosotros? Preguntas como estas no tienen una respuesta sencilla. El miedo nos ayuda a evitar todo lo que nos puede matar, dañar nuestro cuerpo o rebajar severamente nuestra posición en la sociedad, que es el medio social a través del cual nos proyectamos en el natural.
Unidos el miedo y nuestra poderosa imaginación (que es el mejor fruto que ha dado la evolución de nuestro cerebro), forman una ecuación cuyo resultado es, muchas veces, un auténtico despropósito. ¿Qué es lo que hemos de temer, en una sociedad impersonal en la que se han perdido las certidumbres de conocer a todos los miembros, con sus respectivas virtudes y defectos? Conforme crece el grupo social, entre los primates, dice Robin Dunbar, aumenta también la neocorteza en el cerebro. Un mayor cerebro parece hecho a propósito para lidiar con las complejidades del trato social. Sin embargo nosotros hemos rebasado la línea del número de personas con los que podemos relacionarnos con un alto grado de conocimiento, que, según los estudios de Dunbar, es de 150. Y ahí aparecen nuevas oportunidades y nuevos riesgos. Y el miedo está atento.


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