sábado, 25 de abril de 2009

Peñarroya en 1889. Por J.L. Mohedano


A pesar de la imposibilidad de encontrar el plano de la aldea de Peñarroya, que en 1.889 levantó el Instituto Geográfico y Estadístico de España a fin de completar el censo estadístico de población de 1.887, nos hemos ocupado en la confección de lo que pudiera haber sido aquel, tomando para ello como base, un plano de la villa de Peñarroya de 1.922, que es el más antiguo que poseemos, y los datos suministrados por Manuel Cabronero en su "Guía de Córdoba y su Provincia".
En él podemos apreciar su estructura compacta, con calles generalmente estrechas, trazadas sin la menor preocupación urbanística, como habitualmente ocurre en las pequeñas poblaciones agro‑ganaderas y que, además muestra el desorden de un crecimiento demográfico debido al cercano establecimiento de las explotaciones mineras de El Terrible y de Pueblo Nuevo, que también atraen numerosos inmigrantes a la aldea de Peñarroya. Otra característica que podemos apreciar es la existencia de dos núcleos excéntricos de población, alrededor de los cuales se articulan calles y edificios: el <>, pozo público, que con el de la Hontanilla, de aguas potables surtía fundamentalmente a aquellos vecinos, junto a otros de huertos particulares. Y la Plaza, modesto mercado de abastos, lugar desde el que se realizaría la expansión hacia el arroyo de la Hontanilla, por las calles de la Mina y de la Máquina en años sucesivos.
Tenía Peñarroya 355 edificios, en su inmensa mayoría casas de una sola planta. Las de los campesinos más acomodados tenían doblado con atrojes y estaban dotadas de los imprescindibles patio, traspatio, cuadra para las caballerías y ganado de labor y pajar. Sus puertas y ventanas estaban adinteladas con granito, a la manera de la vecina comarca de Los Pedroches, las más modestas tenían pintados con almagre los zócalos de las fachadas, o simplemente encalados. Las ventanas eran pequeñas, desprovistas de cristales y enrejadas. Las caballerías accedían a sus cuadras atravesando la casa por un paso cuidadosamente empedrado bordeado por baldosas generalmente rojas que en el verano era regado para dar frescura al resto de la casa. Aunque había algunos albañiles portugueses, las casas se solían construir de una manera familiar utilizando barro, paja, piedra y haciendo los tejados de monte, cuando no se podía costear la teja. Sus únicos 9 "albergues", o sea barracas, cuevas o chozas, contrastan vivamente con los 68 que había en Pueblo Nuevo y El Terrible en la misma época, lo que nos indica la clase de inmigrantes que llegaban a uno y otro lado. He aquí el nombre de las calles y plazas de aquella Peñarroya finisecular:
Barruceros Buena Vista Carmen Corta Cura Espartero Extramuros Fragua Iglesia Labradores Laderas Llana Máquina Muertos Oscura Parra Peñacolorada Plaza y Pozo
La necesidad de trabajar en los campos, así como el comunicarse con las poblaciones cercanas hacían que de Peñarroya salieran 6 caminos: uno hacia el puerto del Peñón, en dirección norte; 2 hacia el sur, uno de labor que se desviaba hacia el este y otro que enlazaba con el camino de Belmez a La Granjuela; 2 que salían al oeste y 1 que iba hacia el sur ramificándose en 3: el de las minas, que iba a Pueblo Nuevo, más o menos por la actual avenida que une a los dos distritos hoy, y los otros dos, que se separaban más o menos tras la hormigonera "San Rafael", para ir hasta El Hoyo por la estación y a la carretera que iba desde Fuenteovejuna a la Estación de Peñarroya (actual carretera del Silo).
Entre los servicios con los que contaba la Aldea podemos señalar el tener estación férrea en la línea de Belmez a Almorchón, a 2 kilómetros de distancia, de la que dice Cabronero: <>. El Jefe de Estación era D. Lorenzo García y ell viaje a Córdoba, desde ésta estación, suponía 9'10 pts. en 1ª clase, 6'85 en 2ª y 4'55 en 3ª a los viajeros. Claro que entonces el valor de un sello interurbano alcanzaba la suma de 15 céntimos de peseta. También había servicio telegráfico permanente en la estación y se recibía aquí la correspondencia, por conducto del cartero de Pueblo Nuevo que “sirve al paso a Peñarroya”. Su cementerio estaba en un cerrete ventilado y con buenas vistas al Valle del Guadiato, no muy lejos del final de la calle de “Los Muertos”
Era alcalde pedáneo D. Isidoro Moya Montes, del partido Liberal mientras Juan Fernández Castillejo desempeñaba el trabajo de alguacil. El Inspector de Carnes era D. Agripino Medina Murillo, un vecino del cercano Pueblonuevo. La Instrucción Pública estaba cubierta con 2 escuelas estatales sufragadas por el municipio, una para cada sexo, regentadas por D. Ildefonso de Porras Enríquez y Doña Dolores Blanco Porras. El médico titular, y Jefe local del Partido Liberal, era D. Vicente Henández Suca. El veterinario, D. Cirilo Perales Madueño. La parroquia de Nuestra Señora del Rosario, pequeña y blanca, con su espadaña mirando hacia el Peñón, estaba servida D. Eusebio Sánchez Romero siendo el encargado de convocar a los vecinos con sus campanas, además de cantar en los oficios religiosos, el sacristán D. Antonio Barbero. No había romerías y se veneraba como patrona la imagen de Nª. Sª. del Rosario del siglo XVI
Una breve relación de la industria y del comercio local es la que sigue: 1 abacería; 2 barberos; 2 carpinteros; 1 herrero; 1 estanco; 3 tiendas de tejidos; 2 tiendas de vinos y aguardientes; 1 zapatero y una fábrica de harinas movida a vapor, con una piedra situada en la calle de la Máquina propiedad de D. Sebastián Sánchez González, farmacéutico y propietario de casas en El Terrible. No había ninguna mina en explotación en sus cercanías, por lo que su principal riqueza seguía siendo la derivada de la agricultura, los cereales, los garbanzos y la miel. Y de la ganadería: cabras, ovejas y cerdos. Los mayores propietarios agrícolas generalmente tenían sus tierras en otros municipios
Su población de hecho, integrada por 894 varones y 898 hembras, se muestra equilibrada, aunque sean solo 483 los vecinos considerados con tal derecho en la Aldea. Estos se sentían muy identificados con los de la Villa de Belmez, ya que existían frecuentes lazos de consanguinidad y de comunes intereses económicos. Estas serán las principales razones que les llevaran a ir un tanto a remolque de los acontecimientos históricos que provocaron la segregación de las dos aldeas, de Peñarroya y de Pueblo Nuevo del Terrible en 1.894, y la fuerte oposición a la de Peñarroya, por parte del nuevo ayuntamiento terriblense que con ello intentaba desbaratar la actuación del belmezano que pretendía su asfixia económica con el estrangulamiento de cualquier posibilidad de desarrollo por parte de la nueva Villa.