domingo, 14 de junio de 2009

Crítica Cine: Still walking (Caminando)



“Still walking (Caminando)” es una muestra de cine que aspira a la excelencia por la vía del mimo de sus materiales, tanto formales como temáticos. Kore-eda firma un completísimo tratado de la condición humana y sus variables recovecos.
En el ejercicio de la crítica cinematográfica, es bastante habitual que uno ya tenga claro, de antemano, que el producto al que se va a enfrentar, salvo descomunal sorpresa, no va a colmar siquiera un mínimo de sus exigencias. No se trata de una enfermedad grave: se asume con deportividad, se glosa la película en cuestión y hasta la próxima. Pero a veces, ay, a veces, uno se tropieza con cine grande, cine bueno, del que hace temblar de emoción, del que hace reír —sin estridencias— y llorar —sin pudor ni tapujos—. Cine, en definitiva, que se eleva sobre la rampante mediocridad general. “Still walking (Caminando)” forma parte de esa categoría, la del cine con mayúsculas: así lo disfruté, así lo sentí, y así, amigos lectores, se lo cuento.

“Still walking (Caminando)”, la última entrega del director japonés Hirokazu Kore-eda, se enmarca, sin el más mínimo punto de inferioridad, en la mejor tradición de ese cine oriental de tempo lento, casi detenido —ese del que un nombre como Yasujiro Ozu se ha convertido en mito referencial casi ineludible—, en el que no hay prisa por contar una historia que, bajo una apariencia de superficialidad rayana en lo insustancial, nos termina ofreciendo todo el abanico posible de sentimientos y relaciones que a los humanos nos implica y atañe. Ese mismo cine en el que siempre es compatible la narración, y su fluir lánguido, con el deleite en las formas, luces y sonidos que recorren unos planos de una hermosura profunda y poéticamente trabajada. Sencillo en apariencia, pero tremendamente difícil de conseguir en la práctica: no es fácil que ejercicios de tanto cuidado formal no terminen despeñándose por los barrancos del esteticismo efectista. Kore-eda lo consigue, y si esta es una película grande lo es, en buena medida, gracias a ese logro.

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