sábado, 11 de julio de 2009

CANNES 2009. Por Sergi Fabregat Mata


Cannes 2009
Por Sergi Fabregat Mata
El cine que se cruza

Un año más, aunque el primero para el que esto escribe, Cannes reúne a la flor y nata del cine mundial para, con el negocio y la industria siempre de fondo, exponer al mundo sus últimas creaciones, desde las más comerciales hasta las más marginales, desde lo nuevo de Pixar en 3D hasta la reciente ola de cine filipino. El Festival de Cannes, aún con sus errores en todas las secciones, aún con la odisea que supone para el común de los cinéfilos asistir a una proyección, aún con su aroma de mero escaparate, sigue siendo el lugar hacia el que se debe mirar para hacerse una idea genérica de los derroteros por los que transcurre el cine cada año. Porque pese a que cada película, cada director, cada cultura es un mundo, cuando uno asiste en 10 días a unas 30 proyecciones no puede evitar trazar unos hilos que conectan unos films con otros.

Este 2009, el propio espíritu internacional del festival parece haber contagiado a las películas y a sus creadores más que nunca. Quentin Tarantino y un grupo de actores americanos, encabezado por Brad Pitt, se han ido a Francia a rodar un film de nazis hablado en alemán, francés, inglés y un poco de italiano. Ang Lee ha elaborado el making of de otro festival, el de Woodstock. Johnnie To recluta al cantante Johnny Halliday, todo un icono en Francia, y se lo lleva a Macao en Vengeance (ídem, 2009), el último de sus films de mafiosos. Tsai Ming-Liang se ha desplazado a París y, con la colaboración especial de Jean-Pierre Leaud, ha rodado Visage (ídem, 2009). Isabel Coixet y Gaspar Noé, cada uno por su lado, han cogido el avión a Tokio para desarrollar allí sus respectivas historias. Lars Von Trier ha contado con los angloparlantes Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg para su Antichrist (ídem, 2009). Thirst (Bakjwi, Park Chan-Wook, 2009) está protagonizada por un sacerdote coreano católico que se convierte en vampiro. Toda esta amalgama de trasvases físicos, de desplazamientos geográficos para rodar las películas, derivan en muchas ocasiones en trasvases cinematográficos y culturales: Tarantino es consciente que es un americano en tierras extranjeras; Vengeance parte de una premisa muy occidental y posee momentos muy europeos; Coixet está más sensible que nunca en su paso por Tokio; hasta Von Trier se ha visto influido por la explosividad anglosajona de sus intérpretes.

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