sábado, 14 de noviembre de 2009

Relato: Ahora sí

Ahora sí
Por Carlos Medina V

Nadie podía imaginarse que él estaba allí acurrucado. Parecía como que esa combinación puramente casual se fuera a dar: existir pero no estar; ser, pero desaparecer. El único inconveniente era la incomodidad de aquel ambiente tan reducido. Quedaba, claro, la posibilidad de salir y entrar nuevamente pero, para qué esperar. Y lo ingrato sería que después que se diera esa increíble coincidencia se echara todo a perder, por haber cedido ante una simple tentación.
Si uno no lleva debida cuenta de los plazos transcurridos, pierde, tarde o temprano, la orientación meridiana.
La cosa había empezado unos cuantos años antes, al morir su padre, algo que no llegó a entender, sino otros tantos años después.
Quien más, quien menos, todos tenemos alguna meta en la vida. Algunos son más ambiciosos que otros. Hay quienes se conforman con casi nada, más bien, la mayoría. Este muchacho se había propuesto un objetivo: iba a joder a todo el mundo.
Basta con quedar dormido dos o tres veces para que no se sepa, sin la referencia solar, si es de día o es de noche; si es de tarde o de madrugada.
En todo caso seguramente aquel fue el comienzo. Con su hermana apenas si tuvo relación alguna. Ella además, se fue a vivir no se sabe adonde y luego se casó, muy joven, viniendo de vez en cuando a ver a su madre.
El la veía venir, con su delgadez y sus cabellos teñidos de negro azul y se refugiaba en el destartalado taller que fuera de su padre. La escuela podría haber sido su salvación pero, fue convirtiéndose poco a poco en un suplicio, pues sus compañeros de clase le hicieron la vida imposible por sus orejas grandes. Tenía un amigo: un ratón al que poco a poco fue acostumbrando a no huir. Le dejaba migas de pan en el piso cerca del agujero de donde salía y se quedaba allí. Al principio inmóvil. Luego fue incorporando movimientos leves y muy lentos, hasta que el ratón se acostumbró a ellos sin sentir miedo. Un día lo atrapó en una caja de madera para tomarlo después entre sus manos. Allí estaba su amigo temblando, mirándolo desde esos dos puntitos que eran sus ojos.


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