Cine de género, español y de calidad. “Celda 211″ se revela como un estupendo mecanismo en el que los momentos de tensión van empujando a la historia hasta su desenlace. Portentosa la interpretación de Luis Tosar.
En demasiadas ocasiones, el cine español parece tener alergia a las películas de género. Tanto es así que no es raro ver como alguna de las mejores producciones de nuestro país son ninguneadas en los Goya de cada año. Y sin embargo, cuando tanto se habla de la infinita crisis que aqueja a nuestra cinematografía, con un público que da la espalda a los títulos que llegan a nuestras pantallas, se olvida de que, por encima de la nacionalidad de las cintas, el espectador busca historias que enganchen y que le den una razón para comprar una entrada. Y el cine de género, el buen cine de género, es siempre un buen argumento para que alguien se decida a ver un filme en concreto.
“Celda 211″ pertenece sin complejos a ese tipo, y adapta los esquemas del cine carcelario a la España contemporánea sin que le tiemble el pulso a la hora de utilizar referencias locales (no hay más que ver la naturalidad con la que son introducidas las figuras de los etarras), y demostrando que, si se cree en ellos, si rodados con convicción, los mimbres con los que se construyen muchas de las narraciones que han pasado a formar parte de la memoria colectiva pueden servir perfectamente para hacerlo en territorios mucho más conocidos.
En demasiadas ocasiones, el cine español parece tener alergia a las películas de género. Tanto es así que no es raro ver como alguna de las mejores producciones de nuestro país son ninguneadas en los Goya de cada año. Y sin embargo, cuando tanto se habla de la infinita crisis que aqueja a nuestra cinematografía, con un público que da la espalda a los títulos que llegan a nuestras pantallas, se olvida de que, por encima de la nacionalidad de las cintas, el espectador busca historias que enganchen y que le den una razón para comprar una entrada. Y el cine de género, el buen cine de género, es siempre un buen argumento para que alguien se decida a ver un filme en concreto.
“Celda 211″ pertenece sin complejos a ese tipo, y adapta los esquemas del cine carcelario a la España contemporánea sin que le tiemble el pulso a la hora de utilizar referencias locales (no hay más que ver la naturalidad con la que son introducidas las figuras de los etarras), y demostrando que, si se cree en ellos, si rodados con convicción, los mimbres con los que se construyen muchas de las narraciones que han pasado a formar parte de la memoria colectiva pueden servir perfectamente para hacerlo en territorios mucho más conocidos.
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